domingo, 19 de junio de 2016

El Papa Francisco sobre el Evangelio de hoy


En el Evangelio de este domingo resuena una de las palabras más incisivas de Jesús: «Quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, ése la salvará» (Lc 9, 24).

Aquí hay una síntesis del mensaje de Cristo, y está expresada con una paradoja muy eficaz, que nos hace conocer su modo de hablar, casi nos hace sentir su voz…

Pero, ¿qué significa «perder la vida por causa de Jesús»? Esto puede suceder de dos maneras: explícitamente, confesando la fe, o implícitamente defendiendo la verdad. Los mártires son el máximo ejemplo del perder la vida por Cristo. En dos mil años, son una fila inmensa de hombres y mujeres que han sacrificado su vida por permanecer fieles a Jesucristo y a su Evangelio. Y hoy, en muchas partes del mundo son tantos, tantos, más que en los primeros siglos, tantos mártires que dan su vida por Cristo. Que son llevados a la muerte por no renegar a Jesucristo. Esta es nuestra Iglesia: hoy tenemos más mártires que en los primeros siglos. Pero también está el martirio cotidiano, que no comporta la muerte pero que también es un «perder la vida» por Cristo, cumpliendo el propio deber con amor, según la lógica de Jesús, la lógica de la donación, del sacrificio. Pensemos: ¡cuántos papás y mamás cada día ponen en práctica su fe ofreciendo concretamente su propia vida por el bien de la familia! Pensemos en esto. ¡Cuántos sacerdotes, religiosos y religiosas desarrollan con generosidad su servicio por el Reino de Dios! ¡Cuántos jóvenes renuncian a sus propios intereses para dedicarse a los niños, a los minusválidos, a los ancianos…! ¡También estos son mártires, mártires cotidianos, mártires de la cotidianidad!

Y después hay tantas personas, cristianos y no cristianos, que «pierden su propia vida» por la verdad. Y Cristo ha dicho «yo soy la verdad», por tanto, quien sirve a la verdad sirve a Cristo.

Una de estas personas, que ha dado su vida por la verdad es Juan el Bautista: precisamente mañana, 24 de junio, es su fiesta grande, la solemnidad de su nacimiento. Juan fue elegido por Dios para ir delante de Jesús a preparar su camino, y lo indicó al pueblo de Israel como el Mesías, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Cfr. Jn 1, 29). Juan se consagró completamente a Dios y a su enviado, Jesús. Pero al final, ¿qué sucedió?, murió por causa de la verdad, cuando denunció el adulterio del rey Herodes y de Herodías. ¡Cuántas personas pagan a un alto precio el compromiso por la verdad! ¡Cuántos hombres rectos prefieren ir contracorriente, con tal de no renegar la voz de la conciencia, la voz de la verdad! Personas rectas que no tienen miedo de ir contracorriente, y nosotros no debemos tener miedo. Entre ustedes hay tantos jóvenes. Pero a ustedes jóvenes, les digo: no tengan miedo de ir contracorriente. Cuando te quieren robar la esperanza, cuando te proponen estos valores que son valores descompuestos, valores como la comida descompuesta, cuando un alimento está mal nos hace mal. Estos valores nos hacen mal por eso debemos ir contracorriente. Y ustedes jóvenes son los primeros que deben ir contracorriente. Y tener esta dignidad de ir precisamente contracorriente. ¡Adelante, sean valientes y vayan contracorriente! Y estén orgullosos de hacerlo.
                                             (Papa Francisco en junio de 2013)